Publicado revista MCLE Zürich

Las ofrendas recíprocas 

Siguiendo con nuestras reflexiones sobre el capítulo cuarto “Un corazón abierto al mundo entero” de la encíclica Frattelli Tutti del papa Francisco nos encontramos con este título que resulta muy sugerente pues su texto remite al fenómeno social de la migración humana. 

Es muy interesante que el papa aborde el tema de la migración desde una noción de “ofrendas recíprocas”. ¿Qué es una ofrenda? Una ofrenda es un tributo, regalo o presente que se ofrece como muestra de respeto, agradecimiento, devoción o como parte de una tradición cultural o religiosa. Por tanto, una ofrenda contiene en sí misma la noción de gratitud y de reconocimiento del valor al que se dirige. Por ejemplo, cuando regalamos algo u ofrecemos algo a nuestros hijos estamos reconociendo que lo merecen y al mismo tiempo estamos expresando cuánto valor tienen para nosotros. 

Como cristianos, la ofrenda adquiere un sentido aún más trascendente pues alude a la Eucaristía y a los dones del pan y del vino. En la liturgia, la ofrenda simboliza la entrega de uno mismo a Dios, en unión con el sacrificio que hizo Jesús para que nosotros accedamos a la verdad que implica ser hijos de Dios. Una verdad de la cual emerge con total claridad que todos somos hermanos. 

Desde esta perspectiva ya podemos comprender a que se refiere el papa cuando dice que la migración es una ofrenda recíproca. Un “don” que surge del encuentro entre personas de orígenes, culturas y mentalidades diferentes y, que, por lo mismo, solo pueden ser fuentes de enriquecimiento para las comunidades y sociedades involucradas. 

Recordemos que la migración humana ha sido y es, un fenómeno que ha gestado riqueza económica y cultural a lo largo de todos los siglos de la humanidad. Desde las migraciones prehistóricas, los humanos hemos recorrido por este mundo en busca de alimentos, refugio y oportunidades. A partir de la antigüedad y, sobre todo, a partir del siglo XV, la migración humana es la fuente de lo que llamamos civilización, pero al mismo tiempo, lamentablemente también ha sido el escenario de la soberbia y el egoísmo humano. 

¿El problema es la migración? 

El papa pone el dedo en la llaga cuando señala que la diversidad es un don y no un problema. En esta perspectiva, la migración no tiene por qué ser un problema. Sin embargo, hay que decir que estamos bombardeados por noticias totalmente contrarias. Las migraciones contemporáneas masivas y mixtas de los siglos XX y XXI en diversas regiones del mundo, evidentemente, no han sido asumidas como un don sino como un enorme problema lleno de conflictos irresolubles, disputas y debates. La migración está llena de historias de muros, candados legales, debates sobre tolerancia cultural, etc. Es decir, la migración se presenta como la fuente de muchos problemas. 

Pero, si lo reflexionamos con detenimiento, el problema no es la migración, el verdadero problema son los conflictos armados, la pobreza, el cambio climático y el mundo inequitativo y de desigualdades extremas entre naciones ya sean económicas o geopolíticas. Lo que, a su vez, expresa el verdadero 

problema de fondo: el corazón humano herido por el egoísmo, la codicia, el ánimo de superioridad y un individualismo tan exacerbado que incluso le ha llevado a negar a Dios. 

Abordar la migración como un don y como una ofrenda recíproca es salir de ese pensamiento colectivo que desplaza el verdadero problema humano. La hibridación cultural, es decir la combinación de aspectos de la cultura de origen con la cultura de la sociedad receptora, no es un problema, es todo lo contrario, pues implica un enriquecimiento recíproco de las personas y de las naciones pues nace de la cooperación y del aprendizaje mutuo. 

El problema no está en la migración, está en el corazón del ser humano que no comprende y no accede al valor de la reciprocidad y del reconocimiento de la dignidad compartida. 

Todos tenemos que reflexionar sobre este tema y ahondar en ello. Todos somos migrantes y todos provenimos de la migración histórica humana. El verdadero patrimonio cultural de la humanidad es la diversidad que ello ha causado. Un tema que nos compromete aún más a los cristianos pues nuestra fe pone énfasis en la dignidad que todos compartimos como hijos de Dios y en la reciprocidad que de ello emerge. 

Tengamos siempre presente que el encuentro humano es, como dice el papa Francisco, una ofrenda recíproca. Únicamente desde esta perspectiva se puede captar a la migración como un don de Dios y una fuente de reconocimiento recíproco de nuestra semejanza. La próxima vez que escuchemos que la migración es un problema, enfoquemos bien dónde está la verdadera raíz de esta situación. 

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