Nos vamos acercando al final de la exhortación del papa Francisco “Amores Laetitia” y a pesar de que no hemos podido desarrollar todos los temas del documento, creo que hemos abordado los temas fundamentales. Uno de ellos, es la educación sexual en la actualidad.
Empecemos por señalar que si la educación se comprende como desarrollar las facultades intelectuales, morales y afectivas de una persona de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a la que pertenece, es evidente que, ante todo, es necesario chequear si esa cultura y esa sociedad están sanas. Caso contrario, estaremos siendo cómplices pasivos de la propagación de equívocos importantes.
Sobre este tema, es importante saber que toda persona, especialmente los niños a partir de los 10 y los adolescentes tienen la necesidad de pertenecer a un grupo y de sentirse aceptados en él. Conforme los estudios de Psicología social, esto guarda un peligro, ya que se ha demostrado que las personas podemos hacer casi cualquier cosa para encajar en un grupo, por ejemplo: admitir errores como verdades; cambiar de hábitos; asumir como reales las percepciones de los líderes; atribuir cualidades erróneas; actuar bajo la influencia grupal sin conciencia personal o responsabilidad individual, etc.
Así que, considerando estas dos premisas, habrá que preguntarse si realmente la educación sexual debe estar “de acuerdo a…”
Le invito a revisar el contenido del Instagram o de aplicaciones como el TikTok, particularmente porque son muy populares entre niños y adolescentes. Observe con detenimiento cómo se empieza a comprender la sexualidad en las nuevas generaciones y cómo actúa el grupo ante los llamados “influencers” (jóvenes que por su fama en las redes sociales influyen en otros)
Si usted lo observa con detenimiento, encontrará el lenguaje social y la cultura de sexualidad que impera en la actualidad. Al respecto, me gustaría compartir con usted, apenas dos cosas que son evidentes en esas redes sociales: el manejo de la estética desde la hipersexualización y la imagen como recurso para lograr la fama y millones de “likes”.
Esta cultura de la imagen que se desprende de las redes sociales es tremendamente expositiva y bajo patrones estéticos estereotipados. Ni siquiera el maquillaje es suficiente para ajustarse al estereotipo, para eso se han creado cientos de “filtros” que suavizan, exageran, definen, ocultan y resaltan rasgos de la cara y del cuerpo. Lo interesante es mirar los estereotipos, pues evidentemente son de índole sexual, con una sobreexposición corporal que incluso bordea la pornografía. Si investiga las redes sociales, advertirá con claridad que hay una confusión entre estética y fama; sexualidad y sexo; y sexo y amor.
¿Esta es la cultura a la que debe ajustarse la educación sexual? Lamentablemente dada la cultura de alta “tolerancia” a la libertad sexual, las escuelas y colegios han terminado ajustándose a sus demandas y proponen una educación sexual basada en un “sexo seguro”. Evidentemente que, para ello, lo único que se requiere es: información sobre la biología de la sexualidad y los recursos para evitar el embarazo y la transmisión de enfermedades. ¿Realmente esto es educación sexual? ¿qué están comprendiendo los jóvenes y niños sobre la sexualidad? ¿qué está transmitiendo el sistema educativo al respecto?
Para los católicos, este es un tema importante. Los valores cristianos sobre la sexualidad no están de moda y como señala el papa Francisco, la educación en la fe está altamente dificultada por el estilo de vida actual y por la confusión entre la atracción y el amor, en cuyo caso, la unión sexual “deja a los desconocidos tan separados como antes”.
Es nuestra responsabilidad educar en la sexualidad desde la comprensión de la “persuasión social”; de la “seducción colectiva” y de la “incitación cultural”. Asumamos la responsabilidad de la educación sexual y no deleguemos esa tarea a la escuela y menos aún seamos indiferentes a las normas de convivencia de las redes sociales.
No se trata de juzgar y condenar lo actual, sino de comprender lo que ocurre para que podamos dialogar con nuestros hijos y que puedan asumir su libertad ante los lenguajes sexuales a los que están expuestos. Dialogar con ellos y ofrecerles orientaciones claras para que puedan interpelar, analizar y comprender que no importa cuan lógico o común parezca algo, siempre debe ser sometido a reflexión personal. Al respecto, parafraseo a un amigo: “los católicos no podemos actuar en la sociedad como borregos, porque no somos borregos, somos ovejas con el oído atento al Buen Pastor”