La actividad del amor político

Publicado revista MCLE Zürich

En el apartado 186 de la Encíclica Fratelli Tutti, el papa Francisco reflexiona y propone algunas ideas sobre una política fundada en la caridad y en la fraternidad.
Retomando lo que habíamos señalado en la entrega anterior, resulta muy interesante que el papa aborde la política desde un paradigma completamente distinto al que estamos acostumbrados; es decir, que lo coloque en clave de caridad y fraternidad. En esta clave, incluso el papa va más allá de una resignificación cultural, sino que nos insta a pensar en un amor político.
Pero ¿Qué tiene que ver la política con el amor? Si observamos nuestro mundo, sin duda, todos podemos decir al unísono que no hay nada más disonante que esa combinación. Es incuestionable que el amor nada tiene que ver con las prácticas políticas a las que estamos acostumbrados. ¿Qué tiene que ver el amor con violencia ideológica, búsqueda de dominio, privilegios y discriminación, descalificación del adversario, incapacidad de diálogo, deseo de vencer y ganar, venganzas, defensa de intereses de grupo o individuales, competitividad sin ética, violación continua de los derechos humanos y ciudadanos, corrupción del bien común, etc.?
Evidentemente nada.
Pues en ese “nada” quizá tengamos una clave importante para comprender la resignificación que se propone en la encíclica que comentamos. A veces la vía negativa (lo que no es y excluye lo que realmente es) nos puede orientar con claridad en los límites que tiene una realidad y, por tanto, la coherencia de sus prácticas.
Reconocer lo “que no es” en el tema que nos ocupa, nos permite advertir el peligro de normalizar la práctica política y de gobierno fundamentada en la insensatez humana. Por ejemplo, ¿Acaso no es insensato aceptar que la política se haya convertido en una práctica de poder y corrupción? ¿Acaso no es insensato admitir que personas llenas de ambición sean capaces de mentir y manipular sin ningún tipo de vergüenza con tal de ganar votos o adeptos? ¿Acaso no es insensato normalizar la lógica del poder desde gobernantes que hacen políticas discriminatorias y juegan en el tablero político sin la menor sensibilidad a la situación de la nación a la que dicen representar?
Claramente al reconocer la insensatez, por vía negativa, somos capaces de identificar lo que sería realmente sensato en la política y desde esa clave, comprender el amor político.
En este contexto, los cristianos no podemos quedarnos al margen y convertirnos en cómplices o en encubridores de esta realidad. Debemos asumir la responsabilidad de alzar la voz con valentía y propiciar reflexión en nuestros semejantes y ojalá, por medio de nuestro trabajo, incidir en una reeducación colectiva sobre lo que es política y gobierno. Lo podemos hacer desde actos tan simples como, por ejemplo, interesarnos en la política de nuestra comunidad, actuar activamente en los espacios democráticos a los que tenemos acceso, motivar a nuestros hijos, familia, amigos, vecinos y cercanos a repensar la política; o, trabajar en nuestras organizaciones y comunidades conscientes de que la incidencia política de nuestra gestión también es importante.
También es importante conocer ejemplos concretos de la acción del amor político, de modo que podamos captar su posibilidad y su potencia. Hay que decir que existen miles de personas en el mundo que actúan desde la caridad e impactan directamente en instituciones políticas y centros de gobernanza y es que hacer política también es hacer resonar en la sociedad un cambio de paradigma o propiciar instituciones que reeduquen a la población desde la ética civil, la responsabilidad ciudadana, la cooperación, etc.
Cuestionémonos todos e impliquémonos todos porque hay que asumir que los líderes del mundo son una buena representación de la mentalidad y de los valores de sus electores o de la población que les ha permitido acceder a cargos de gobierno. De hecho, la política es un buen termómetro de la salud de una cultura.
Al respecto, vale subrayar estas palabras del papa que nos pueden orientar en su propuesta: “El político es un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista y pragmática, aún más allá de su propio país. Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no resolver efectivamente «el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado”.
No nos resignemos. Aunque la política mundial exprese desamor, pongamos nuestra fe en que el amor es más fuerte y que las tinieblas no pueden contra la Luz, pero también recordemos que esa Luz requiere de nuestra presencia, de nuestro comportamiento, de nuestras manos, nuestra voz y nuestra gestión diaria, constante y consciente.

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