31 ambiente y academia se dieron cita en la localidad montañosa de Davos-Klosters en Suiza para participar del Foro económico mundial del 21 al 24 de enero, bajo el tema «Partes interesadas para un mundo coherente y sostenible».
La reunión nuevamente fue una muestra de la división de argumentos y escenarios de esas partes interesadas. Por un lado, Davos como el escenario del confort de la élite económica y política que aprovechó para consolidar negocios y seguir influyendo en el terreno internacional desde la lógica del poder; y, por el otro, Davos como el escenario de filántropos y activistas que clamaron por el desmantelamiento del modelo económico imperante.
Una división que se evidencia con una crudeza mayor cuando atendemos a los datos que se compartieron en ese mismo Foro. Por ejemplo, se insistió en el crecimiento de la desigualdad económica. El 1% más rico de la población sigue captando el equivalente al doble de riqueza de 6900 millones de personas y los 22 hombres más ricos del mundo poseen más riqueza que todas las mujeres de continente africano.
Para que se pueda evidenciar de modo más claro, recurriremos a dos imágenes que comparte Oxfam en su informe anual del 2020: Si una persona hubiese ahorrado 10000 dólares diarios desde la época en que se construyeron las pirámides de Egipto, ahora poseería tan solo una quinta parte del promedio de la fortuna de los cinco milmillonarios más ricos del mundo.
Si cada persona se sentase sobre el dinero que posee apilado en billetes de cien dólares, la mayor parte de la humanidad se sentaría en el suelo; una persona de clase media de un país rico se sentaría a la altura de una silla mientras los dos hombres más ricos del mundo estarían sentados en el espacio.
Imagino que, con estas imágenes, el lector entenderá que este panorama realmente no tiene nada de coherente y menos aún es sostenible. La división humana entre ricos y pobres es una verdadera aberración, máxime si estas cifras se combinan con la crisis climática.
Al respecto, ya el Banco Mundial en el 2019 llamaba la atención sobre la necesidad de un cambio radical en este aspecto, que de no ocurrir significaría que para el año 2050 un total de 140 millones de personas de África subsahariana, el Sur de Asia y América Latina serán obligadas a desplazarse dentro y fuera de sus territorios. Otros estudios incluso son más drásticos al predecir que para el 2025, 2400 millones de personas podrían estar expuestas a periodos de grave escasez de agua y que la cifra de desplazamientos podría llegar a los 300 millones de personas a causa del aumento del nivel del mar.
Estamos ante una situación desafiante, especialmente para las personas de mayor vulnerabilidad. Una sequía, un incendio o una inundación pueden en cuestión de horas empeorar la pobreza de poblaciones enteras y sumirlas en una espiral de hambre y miseria. Un evento climático inesperado puede desmantelar de un solo golpe a miles de familias que viven de la agricultura y la ganadería en pequeña escala.
Sin duda, son los pobres los que se llevan la peor parte. Lo que augura un futuro aún más desigual. Resulta imposible no advertir el callejón sin salida que ha construido la mentalidad actual.
¿Cómo hemos llegado a esta situación? Sin duda, la clave se encuentra en observar lo que nos ha llevado a hacer la pregunta.
Observemos por ejemplo cómo hemos desembocado en la crisis climática. Llevamos varias décadas escuchando los riesgos de nuestras prácticas de producción y sin embargo hemos visto como la política se impone a la racionalidad y la élite económica se impone a la política. La mayoría de las personas sigue esperando que la cúpula mundial busque un objetivo común y que trabajen en consecuencia.
Pero esto no ocurre. La defensa irracional de lo mío ante lo tuyo que no trabaja en el “nuestro” se impone a pesar del hecho innegable de compartir un hogar común con recursos limitados.
La mentalidad divisiva troza la naturaleza de una manera ilógica y rompe ecosistemas con base en intereses, aunque nadie duda que hay actuar unidos ante un desastre ambiental. Está claro que el agua no entiende de fronteras y que el clima no depende de tareas aisladas.
Esta mentalidad que divide y se apropia de la “mayor tajada” es un total absurdo especialmente cuando observamos la unidad de la naturaleza que se teje en diversidad, pero en total armonía.
Evidentemente una mentalidad que divide y no comprende la unidad en la diversidad es una mentalidad divorciada de los hechos ante los cuales debe actuar.
Está claro que esperar que la élite económica y política hagan algo es un error. Está claro que la mentalidad divisiva siempre va a sostener esa división especialmente si se beneficia de ello.
Por tanto, debemos empezar por cuestionarnos si realmente el cambio viene de “fuera”, de la sociedad, de la cultura, de los gobiernos, de los sistemas ideológicos, etc.
La historia nos demuestra que es el hombre el que crea la sociedad no al contrario. Es importante empezar por interpelar la realidad social, interrogar la mentalidad que lo fundamenta y observarla en el fuero interno.
El Foro económico de Davos en este sentido, nos ofreció esperanza real y concreta. Las voces indignadas de más de una docena de jóvenes activistas ya resonaron con fuerza en Davos unidas al reclamo de varios científicos y líderes culturales. Las redes sociales hicieron otro tanto y pudimos ver como a lo largo y ancho del mundo, las personas empiezan a transformar su visión ante la realidad.
La palabra “cuidado” fue recurrentemente utilizada tanto en los discursos como en las redes sociales. Cuidar de la naturaleza, cuidar de la vida y de los pobres y vulnerables. Cuidar de los ríos, del agua, de los animales, de los recursos de la tierra. Cuidar para amparar, atender, resguardar y proteger.
Un verbo que traduce un paradigma de unidad y que representa la acción más adecuada para extrapolar el tejido diverso, pero sólidamente unido de nuestro planeta. Sin duda, un verbo que recupera el vínculo y fortalece nuestra capacidad de mantenernos alertas, atentos y diligentes.
Un posible giro de la mentalidad. Quizá la clave más importante a la hora de enfrentar una crisis: advertir que todos estamos involucrados en los problemas y por tanto, debemos estarlo en las soluciones.
Millones de personas empiezan a darse cuenta de que, si la Amazonía arde en llamas, es el hogar común el que se incendia o que una epidemia no entiende de fronteras y se convierte muy pronto en un tema mundial.
Existe la frase de que toda crisis es una oportunidad. Quizá estamos en el mejor momento para hacer realidad esa frase en cada uno de nosotros.
Todos debemos preguntarnos y no como una mera especulación sino bajo un pensamiento pragmático: ¿Estoy dispuesto a rechazar la creencia de que la división humana es algo natural y que nunca cambiará? ¿Estoy disponible para comprender la diversidad en la unidad?
Si cada uno transforma su forma de ver el mundo y opta por “cuidar”, ese verbo podría ser la semilla de una verdadera revolución. No lo dejemos a futuro. Hagámoslo ahora. Es tiempo de actuar!!.