Acabamos de iniciar el 2022 y quizá una de las tareas pendientes para cada uno de nosotros sea aceptar la invitación del Papa Francisco a vivir la fraternidad y a enfrentar las divisiones humanas desde la perspectiva del bien común.
En ese contexto, es muy acertado que el Papa nos alerte sobre el mundo conflictivo en el que vivimos y el clima de temor constante en el que la humanidad se desarrolla en la actualidad.
Basta un ejemplo para advertirlo. En estos dos últimos años de pandemia, todos hemos sido testigos de los conflictos y miedos que se propagan rápidamente por redes sociales y medios de comunicación. La desconfianza en las vacunas, en las farmacéuticas, en la ciencia, en la manera de actuar de las organizaciones internacionales, de los países y muchos gobiernos ha esparcido la semilla del miedo y la suspicacia en todos los rincones del planeta. Muchos de esos conflictos se han radicalizado creando posiciones casi fundamentalistas que incluso han penetrado al interior de las familias. El miedo ha sembrado angustia y hasta violencia en muchas personas y sociedades.
Si bien al principio de la pandemia todo apuntaba a la cooperación, poco a poco se fue disipando la unidad y empezaron las descalificaciones, acusaciones, denuncias y manipulaciones en medio de teorías conspirativas de toda índole. Al final, todo este escenario desarticuló toda posibilidad de unirnos en una meta común. Es como si no hubiésemos comprendido que para llegar a acuerdos no se requiere uniformidad de criterios sino de la voluntad de remar hacia un mismo objetivo o buscar, como dice el papa Francisco “horizontes que nos congreguen”
Un objetivo o meta común que nos congregue no es un tema menor. Es el fundamento de la convivencia y de la comunidad. Es la posibilidad del diálogo, de la cooperación, de la equidad, etc. La ausencia de horizontes que nos congreguen es como un camino sin salida; una especie de barco sin faro, sin brújula, sin mapa y sin navegantes coordinados. ¿Cómo podría ese barco navegar en mares tempestuosos?
Pero ¿qué necesitamos para unirnos en una meta común? Todos sabemos que para ello se requiere confianza.
La confianza no es ingenuidad, poca reflexión o un abandono sin sentido, es una actitud de apertura y aceptación de los límites y los alcances de la existencia. Todas las investigaciones psicológicas sostienen que la auto estima, la resiliencia, la serenidad personal se basan en la confianza. Si no tenemos confianza, vivimos inseguros, atemorizados, en constante defensa y estrés.
Y esto que podemos ver en micro, lo podemos ver en macro; es decir, cuando la confianza social se pierde, todo proyecto común se derrumba, surge el miedo, las amenazas y los conflictos. Igual que pasa con las personas, la autoestima colectiva también se pierde y dejamos de creer en la humanidad e incluso llegamos a auto percibirnos como lobos entre lobos.
La confianza es una clave tremendamente importante tanto para la vida personal como para la vida en comunidad, sin ella es imposible asumir una tarea común. Si desconfiamos de los demás, lo más probable es que nos aislemos y perdamos empatía, solidaridad, compasión, etc. Evidentemente, un escenario propicio para el conflicto y el miedo.
Como imaginará, este es uno de los núcleos de la división humana. Lo paradójico es que cada vez se vuelve más normal en nuestra cultura. En vez de la cultura del diálogo vemos en muchos líderes la cultura de la confrontación. En vez de confiar en la cooperación vemos como la competencia encarnizada se introduce desde la escuela para volverse, en muchos casos, casi intolerable en la vida laboral.
Basta mirar las redes sociales y los medios de comunicación para advertir que vivimos una polarización beligerante que agudiza el conflicto y contagia al mundo de desconfianza.
Es importante que lo miremos dentro de nosotros mismos porque la división empieza en el interior. Por ejemplo, entre lo que soy y lo que debería ser; entre lo que quiero y lo que no tengo; entre lo que deseo y lo que hago, etc. Observemos si en esas divisiones somos capaces de tener diálogos amorosos para integrarnos o también vivimos violencias internas.
También miremos si somos agentes de confianza o de desconfianza a nuestro alrededor, sea con diálogos sordos, chismes, frases polarizadas, estrategias, manipulaciones, ideas fijas, deseo de dominio, etc. Recordemos que “…lo que sale de la boca, eso es lo que contamina al hombre”
Tengamos en cuenta lo que dijo Jesús al respecto de la división y actuemos en consecuencia.
“Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.” Marcos 3:24-25