Vida en Pareja.- El Desafío de Aprender del Otro

Publicado en Periódico de habla hispana en Suiza.

“Si tomamos a los hombres como deberían ser, los volvemos aquello que podrían ser” Goethe

Si la relación de pareja podría poseer este pensamiento como esencia, sin duda, ambos actuantes podrían alcanzar su propia realización y trascendencia. Lo que podríamos ser, lo podemos ser conforme nuestra pareja confíe en nosotros, nos potencie, nos apoye y nos permita alcanzar lo que nuestros ideales desafían.

La reacción al plantear en terapia de pareja, que parte del amor, es potenciar al otro conforme lo que quiere SER, cambia dramáticamente la forma de ver la relación.

Y es que, una relación interpersonal tiene en sí misma un carácter pedagógico. Quiero decir con esto, que siempre que nos encontramos con otra persona, ésta posee la capacidad de enseñarnos y nosotros de aprender de ella, máxime si esa persona nos ama y, por tanto, aspira a ayudarnos a ser mejores seres humanos.

Pero, cómo aprendo de alguien?.  Pongamos un ejemplo. Imagínese que por cuestiones de trabajo usted tiene que irse a vivir a Suecia. Una vez llegado allí, puede elegir, entre juzgar el país, su cultura y sus costumbres conforme sus propios códigos de entendimiento, es decir sus propios esquemas mentales el nuevo país y la nueva experiencia de vivir en él o;  puede elegir, tratar de sumergirse en Suecia, sin prejuicios y tratar de comprender la cultura y la gente de una manera abierta e integrada.

Si escoge la primera opción, quizás trate de buscar amigos y personas latinas o de su propio país para compartir el lenguaje y, de este modo, pasar en una especie de isla, rodeado de un océano de diferencias.

Quizás y hasta se le dificulte aprender el idioma y muchos de los comportamientos de los suecos, el clima, las relaciones humanas, la forma de trabajo y hasta pequeñeces, como el sistema de transporte, le resulten tan diferentes a su cosmovisión, que hasta podría aislarse o peor aún, marginarse con toda una pila de argumentos.  Con seguridad la nostalgia le acompañará y terminará por pensar que fue un terrible error dejar su tierra.

En cambio, si opta por la segunda opción, buscará conocer el idioma lo antes posible, tratará por todos los medios, de comprender cómo funciona la vida en ese otro país y poco a poco, entenderá que sus códigos mentales deben acomodarse a una nueva realidad.

Al final, vivirá en Suecia como una persona extranjera que se integró y aceptó las diferencias con la apertura de aprender nuevos esquemas.  Quizás entonces, pueda darse cuenta que sumergirse en un nuevo país, ofrece una oportunidad de construirse con nuevos horizontes. Nunca dejará su identidad, pero aprenderá una nueva cultura y llamará a ese país su “segunda patria”.

Obviamente, tal apertura dependerá de su equilibrio emocional y cognitivo frente al cambio, así como de ciertos factores de personalidad como adaptabilidad, flexibilidad y aceptación a nuevas experiencias, entre otros.

Es evidente que las dos opciones generan experiencias distintas y, guardando las diferencias obvias, las mismas dos opciones tenemos cuando aceptamos vivir con otra persona.  Dos mundos, dos culturas, dos semánticas, dos mentalidades: nuestra pareja, “un nuevo mundo por descubrir”, “un viaje al interior de otro ser humano”.

En pareja, la primera opción, es decir tratar enfrentar el mundo del otro sin “vaciarnos” frente a su diferencia y enfrentar la convivencia con nuestros paradigmas exclusivamente, nos llevará directo al conflicto, a la soledad y a la frustración.

Necesitamos enfrentar la convivencia con sana apertura, teniendo que abrirnos ante la “realidad” del otro, sin prejuicios, sin preconceptos y abiertos con la misma curiosidad que entraríamos a un nuevo país, quizás con la misma angustia de pensar en nuestra adaptación pero, con la diferencia de que confiamos en que el “otro” nos dará la mano.

Y, esto es absolutamente necesario. Es decir, que el “otro” nos de la mano. Porque, quién más para que nos explique su cosmovisión, su filosofía personal, los fundamentos de sus comportamientos y actitudes? Y quién más interesado de saberlo que nosotros mismos?.

Lo que como corolario, nos obliga a asumir la responsabilidad de hacer lo mismo con nuestra pareja.

Recordemos que no somos “gemelos idénticos” y me refiero al plano bio, psico, social y notico o trascendente. Las diferencias siempre serán enormes dada nuestra originalidad.  No hemos compartido la infancia, ni hemos sido educados de la misma manera, ni somos compatibles aún cuando pensemos que sí lo somos.

No existen dos personas “idénticas” ni siquiera existen personas “compatibles” o “no compatibles” porque somos personas en construcción, no somos seres acabados.

Por lo mismo, podemos y con seguridad lo haremos, acercarnos a personas con las que nos identifiquemos o creamos parecernos, pero consientes de que en el camino de la relación amorosa, iremos percatándonos de que la compatibilidad es un concepto que implica responsabilidad y esfuerzo, porque depende de la capacidad recíproca de apertura al otro.

De entender que somos dos personas diferentes, con dos experiencias diferentes, con dos cosmovisiones diferentes, con dos filosofías y estilos de vivir diferentes. Unidos por el amor y, por tanto, por la elección de “abrirnos al otro”.

No soy mejor o peor que tú, solo somos diferentes, pero podemos ser maestros uno del otro.

Las diferencias serán percibidas poco a poco, los años de convivencia nos irán “descubriendo” a nuestra pareja y con el tiempo, seremos testigos de sus equivocaciones, de sus aciertos, de sus adaptaciones y de su construcción como individuo.

Y habremos iniciado ese maravilloso camino de conocer a otro de una manera íntima y profunda, consolidando la complicidad y creando una relación de auto trascendencia del uno en el otro.

Ser compañeros de vida. ¿Acaso no era eso lo que buscamos? Acaso frente al altar, esa promesa ante Dios no rezaba que “estaremos juntos en los momentos buenos y malos”?.

Quizás cuando iniciamos la relación no tenemos idea clara de lo que significa, pero en el transcurso de la vida, lo iremos descubriendo y la vida en pareja nos interrogará de un modo existencial, es decir con todas las polaridades de la existencia vida-muerte; dolor-alegría; esperanza-desesperanza; creatividad-rigidez; apertura-defensa; etc.

La vida nos preguntará y tendremos que responder poniendo en juego esfuerzos enormes por “abrirme” al otro y por propiciar que el otro lo haga con nosotros también.

Buscaremos que esté abierto a escucharnos, su empatía, una buena comunicación, apoyo, solidaridad, compasión, amor, ternura, soporte en los momentos duros…..y tendremos que asumir la responsabilidad indelegable, de hacerlo también.

Seguro habrá dificultades, momentos de frustración y hasta sufrimiento. Pensaremos quizás que todo ha terminado, que no podemos soportar el matrimonio, pero al fin….dependerá de la capacidad de los dos de entrar al mundo del otro, con ojos nuevos cada día, sin prejuicios, sin creernos “expertos en el otro”; abiertos al devenir de la existencia en el que nos iremos haciendo, nos iremos acompañando, iremos construyendo una vida en pareja: una coexistencia única y original. Una obra maestra de la que se recrearan nuestros hijos y ojalá nuestros nietos.

La comunicación, en su calidad de instrumento de relación, nos enseñará poco a poco a decodificar los mensajes del otro, a comprender que la semántica e incluso los significados no necesariamente son los mismos. Las palabras tendrán que ser matizadas y las frases requerirán de una retroalimentación constante, con el objeto de asegurarnos que nos han entendido y que nos hemos hecho entender.

La calidad de nuestra relación será confrontada diariamente con la vida, los hijos, el trabajo, las necesidades y todo aspecto relacionado al diario vivir.

Para ello tendremos que tener en cuenta lo siguiente:

  • Nuestra pareja tiene una identidad y autenticidad, cuya fuerza no podemos disminuir sino potenciar. Para ello, debernos alinearnos con sus ideales y apoyar para que lo haga con los nuestros.
  • Debemos saber sus valores y principios, de modo que jamás los violentemos con juicios o peor con descalificaciones.
  • Es necesario pedir retroalimentación constante, de modo que nos aseguremos que nuestro lenguaje verbal y no verbal sea el eficiente.
  • Si no compartimos su forma de pensar, tratemos de aceptar su mentalidad y abrirnos a aprender.
  • Si sus preferencias son diferentes, aceptemos que debemos compartir eventos y comportamientos, aun cuando no sean de nuestro interés.
  • Repasemos nuestras propias creencias y convicciones para alinearnos con las de nuestra pareja, negociando y no imponiendo.
  • Favorezcamos la inclusión de nuestra pareja en nuestras relaciones, sean familiares o de amigos.
  • Modifiquemos nuestro lenguaje de impositivo a colaborativo.
  • Preguntemos antes de juzgar, recordando que no somos expertos en el otro. Preguntar es mejor que dar por sentado algo. Recordemos que las interferencias emocionales y cognitivas nos pueden jugar una mala pasada al momento de interpretar a nuestra pareja.
  • Vivamos el principio de que “no podemos cambiar a nadie, sino solo a nosotros mismos”
  • Revisemos constantemente nuestras expectativas recíprocas, mandatos y grado de libertad ante los eventos de la vida en pareja.
  • Propiciemos un ambiente de empatía en donde lo funcional prime para los dos. Acompañemos la relación con un clima de aceptación “incondicional” y de refuerzo positivo de nuestra pareja.
  • Identifiquemos nuestra responsabilidad en la relación y evitemos “victimizarnos”. Recordemos que sentirnos víctimas nunca potencia un crecimiento en pareja.
  • Monopolizar la conversación o la relación no construye pareja, por lo mismo, tratemos de redefinir la colaboración necesaria.
  • Identifiquemos antes de iniciar una conversación, el estado de ánimo de nuestra pareja y el nuestro. Uno de los principios para una comunicación eficaz es atender la oportunidad de la conversación.
  • Procuremos estar abiertos a la crítica. El fundamento del amor es la confianza en que el otro puede y tiene el derecho de retroalimentarnos.
  • El camino en pareja implica dos voluntades. Necesitamos nutrir la nuestra y apoyar al otro a que la alimente también. Nunca podremos solos, pues la responsabilidad es de dos. A veces será cuestión de paciencia, otras, de la intervención de otra persona, profesional o cercana a nosotros.  Si no logramos motivar a nuestra pareja a luchar por la relación, será momento de replantearnos la relación y pedir lo mismo sin temor.
  • Procuremos estar atentos a las necesidades del otro, no despistarnos o alejarnos demasiado. No existe ningún “seguro de pareja”, así que tenemos que estar despiertos a los cambios.
  • Toda comunicación debe ser acompañada de lenguaje no verbal acorde al concepto del amor. La ternura, la sonrisa, la caricia, el contacto visual son básicos ingredientes.

En fin, estemos abiertos a escuchar, comprender, aprehender al otro. Si Dios y la vida nos han permitido conocer y amar a esta persona entre todos los millones de personas que existen en este planeta, seguro que existe un aprendizaje latente esperando por ser integrado.

Uno de los principios más importantes en la vida en pareja es el reconocimiento del AQUÍ Y DEL AHORA, el pasado es pasado y el futuro no existe. Así que cualquier aprendizaje debe ser enmarcado en el presente.  Recibir al otro en el presente es permitir que el otro lo haga también con nosotros.

Otro principio es el saber expresarse desde el “yo”. Es incorrecta una comunicación en donde nos tomamos al otro, hablamos por él, nos atrevemos a decidir por él o peor aún, creemos saber lo que piensa, siente o quiere.

Tener una pareja es una de las aventuras más importantes de un ser humano, pues nos obliga a salir de uno mismo para pensar en el otro, nos obliga a preguntar y no dar por hecho las cosas; nos obliga a salir del ego para entrar a la relación; nos potencia a ser mejores aprendices y maestros.  La pareja es por excelencia, el aprendizaje más exigente. Aún si terminamos con la relación, sabremos que su pedagogía fue innegable.

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